“La Revolución Silenciada: Cuando el grito del pueblo se convirtió en un eco político”
Por Juan Carlos Thenoux Ciudad.
El estallido social en Chile, que comenzó en octubre de 2019, se presentó inicialmente como un movimiento masivo de la ciudadanía en busca de cambios profundos y una demanda de justicia social. Sin embargo, tras más de dos años de movilizaciones, el desenlace refleja una amarga realidad: muchos políticos se erigieron como los verdaderos vencedores, mientras que las esperanzas de transformación se vieron devastadas y el tejido social del país quedó profundamente dañado.
Desde el inicio de las protestas, la gente salió a las calles para expresar su descontento por las desigualdades económicas, bajas pensiones, la precariedad de los servicios públicos y la falta de representación política.
Sin embargo, el manejo del conflicto por parte del Estado y los partidos políticos resultó en una respuesta que, lejos de abordar las causas profundas, buscó desactivar la movilización a través de soluciones administrativas y procesos constituyentes fallidos, que, al final, servían más a los intereses de la elite política que a las reales demandas populares.
La violencia en las calles, los saqueos, daños a personas y patrimonio, marcó un antes y un después, creando un ambiente de miedo y desconfianza que fragmentó aún más a la sociedad. Donde hubo actores políticos de la época que no supieron diferenciar entre el vandalismo, que se apropió de los barrios, y las legítimas demandas ciudadanas, encasillando todo lo ocurrido como una sola verdad, sin tomar acciones al respecto o haciendo un esfuerzo de tratar de entender, realmente, lo que la ciudadanía demandaba. Aunque al pasar de los meses, surgieron importantes discusiones sobre una nueva Constitución, muchos ciudadanos se sintieron frustrados al ver que el proceso se convertía en un juego político, donde los mismos actores que habían enfrentado el desprecio de las calles, buscaban sus propios beneficios.
¿A cinco años de estos tristes y lamentables hechos, debemos celebrar o conmemorar? Ambas aproximaciones pueden ser valiosas, ya que el estallido social no solo es un momento de reflexión sobre las luchas pasadas, sino también una oportunidad para inspirar y activar a las generaciones futuras hacia la búsqueda de convertir a Chile en un mejor país para todos.
El estallido social, que debió ser una oportunidad para transformar la historia del país, terminó, en gran medida, en una farsa política. Que tuvo como fin destruir las bases de nuestra institucionalidad, por ello no es menor que justo el mismo mes en que recordamos estos acontecimientos podemos realizar un cambio civilizado mediante el voto y pasando las cuentas a aquellos partidos políticos, que además , avalaron y justificaron la violencia como método para lograr sus propios objetivos e intereses , en vez de buscar un camino de entendimiento , sin valorar la oportunidad que les dio la propia ciudadanía para hacer cambios sustanciales en las vidas de los chilenos.